Semillas de tiempo
Selección de Luis G. Prado
Bibliópolis
Mayo de 2004
Traducción de
varios
287 páginas
Ilustración Alejandro Terán

Relatos que contiene:

  • Criatura - Carol Emshwiller

  • Las maravillas del universo - Andreas Eschbach

  • Vandoise y el monstruo de los huesos - Alex Irvine

  • La tentación vive abajo - John Kessel

  • Todo fluye - Rodolfo Martínez

  • El acoso del dragón de Soplobronco - Patricia A. McKillip

  • Pierdo a Medea - Keith Roberts

  • La tarde dorada - Andrzej Sapkowski

  • Un soldado en el paraíso - John C. Wright

  • Permafrost - Roger Zelazny

  • Steampunk, metáforas y antihumanismo: "Setenta y dos letras", de Ted Chiang - Greg Beatty

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Semillas de tiempo, de los anaqueles de Bibliópolis, es el curioso invento que se ha sacado de la manga Luis G. Prado para introducir a algunos de los novísimos escritores que va comenzar a publicar próximamente en su editorial o profundizar en el conocimiento de aquellos de los que ya tenemos referencias; una antología de relatos como las de antaño, con una selección notable, una factura intachable, un precio algo más que ajustado (menos de 9 €), un formato muy apropiado (bolsillo) y una de las relaciones calidad precio más destacadas que se pueden encontrar hoy en día.

Si empezamos este breve repaso por los "nuevos" de la clase, hay que destacar un nombre: John C. Wright. Si gusta lo que se podría llamar ciencia ficción total, esa que te sumerge sin concesión en un futuro más o menos cercano, donde la sociedad humana ha pegado un cambio brutal, se describen costumbres, escenarios y tecnologías avanzadas con plenitud de detalles, y los personajes tienen problemas en consonancia a ellos, no se ha publicado últimamente nada mejor (a falta de leer el nuevo Banks). Tanto como que las expectativas que despierta para su novela La edad de oro es inmensa; la comparación publicitaria que se hizo en su momento entre ésta e Hyperion ya no parece mero fuego de artificio.

Si continuamos valorando a los "casi" debutantes, también es necesario detenerse en John Kessel, que tenía publicado algún cuento hace más de diez años y del que en breve podremos leer su novela American Apocalypse. "La tentación vive abajo" es un relato de viajes en el tiempo canónico, ingenioso, corrosivo y muy bien desarrollado, basado en idea que recuerda levemente "El mayor espectáculo televisivo del planeta" de J. G. Ballard dejando de lado el humor grotesco para centrarse en la interacción de personajes. En él un viajero del futuro llega al Hollywood de comienzos de los 60 para encontrar a una estrella del cine de capa caída. Recorre la ciudad, encuentra a su "presa", habla con ella,... nada sorprendente pero muy bien hecho. Lo mejor llega al final, una conclusión irónica de la muerte que lanza una potente carga de profundidad excelentemente dirigida hacia la industria del espectáculo y la filosofía del todo vale.

Otros que no brillan precisamente por su originalidad, pero destacan por algún motivo, son Alex Irvine y Andreas Eschbach. El primero pinta un relato de terror voy de visita al campo y me topo con una presencia primigenia pasable, en el que insufla ingredientes tan variados como la construcción de una nación, la lucha por descubrir nuevos fósiles de dinosaurios, combates entre nativos americanos, historias de frontera,... eso sí, sin nada de terror. No obstante Irvine lo viste con una deliciosa estructura a lo juego de matriuskas, una narración que se esconde dentro de una narración que se anida en otra narración, que reivindica la necesidad de conservar la tradición oral, de estar al acecho cuando nos alejamos de la "civilización": en cualquier lugar podemos encontrar un vestigio que bien puede ser destruido por el paso del tiempo. A su vez "Las maravillas del universo" de Andreas Eschbach nos devuelve la temática de astronautas que tanto le gustaba al Arthur C. Clarke de finales de los 50 y comienzos de los 60, carente de innovación pero escrita con sentimiento y habilidad.

Pasando a gente un poco más conocida y bregada, que no más innovadora, nos reencontramos con la octogenaria Carol Emshwiller. "Criatura" ofrece un breve Soy leyenda sin leyenda, un retrato de soledad de dos seres antagónicos que terminan formando una curiosa pareja. Muy blandito y fácil, pero cumplidor. Eso sí, habría que averiguar qué se tomaron los electores del Nebula para que se llevase el premio al mejor relato corto. Más satisfactorio resulta el Zelazny de "Permafrost", uno de sus cantos del cisne más tardíos que se llevó un merecido Hugo en 1987. En él vuelve a aproximarse a los mitos como en sus novelas clásicas de los 60 pero desde una posición diferentes; esta vez no son los "viejos" dioses de la mitología X los que interfieren en la vida de los seres humanos sino que tenemos dos nuevas deidades enfrentadas por el control de un planeta.

También habría que meter en este grupillo, aunque su narración no fuese premiada, a Patricia McKillip, una de las grandes damas de la fantasía heroica de las tres últimas décadas, hasta el momento prácticamente inédita en nuestro idioma. "El acoso del dragón de Soplobronco" es un cuento de fantasía clasicote con un (sorpresa) dragón, un pueblo aislado que ha aprendido a convivir con su presencia y alguien que viene de fuera a salvarles. McKillip utiliza un discurso muy "oral", unas frases cortas nada barrocas y un lenguaje certero, para crear "ambiente" y trasladar su mensaje de que a veces es mejor convivir con el mal menor que intentar hacer lo correcto. Desafortunadamente el inevitable combate final se alarga más de lo debido y destruye por completo toda la atmósfera creada. Una pena.

Frente a estas premiadas no desmerece mucho el único representante español, Rodolfo Martínez, que con "Todo fluye" firma una historia de mundos paralelos que recuerda levemente a "Viajes" de Robert Silverberg. A través de un personaje que se despierta en otras realidades que no son la suya, nos presenta el escenario, su hecho diferencial y las reacciones que experimenta. Lo único que le falta es una conclusión más hecha, porque se queda en un breve repaso por cuatro ideas cojonudas apenas entrelazadas.

Y llegamos al relato más difícil de apreciar, quizás porque esté creado específicamente para degustar sin racionalizar. "Pierdo a Medea" es un conjunto ideal para sumergirse en las imágenes expuestas y deleitarse con lo absurdo de muchas de ellas. Keith Roberts, que levanta tantas pasiones entre los connoisseurs más refinados como abucheos entre los lectores más curtidos, va pasando por una serie de escenas que mezclan, sin solución de continuidad, todo tipo de extractos, desde narraciones de fantasmas e invasiones, historias de guerra, horror gótico, relatos de excursionistas,... y nos introduce en el alejamiento dentro de una pareja visto desde el sueño del rol masculino, pelín autista y para el que la mujer es algo tan complicado y difícil de entender... como el propio relato en el que está inmerso. Es diferente y por eso funciona, sobre todo si se reposa un poco.

 Por último, falta de hablar del crack absoluto de Semillas de tiempo, la pieza que no se limita a poner la guinda del pastel sino que es también la crema, la nata, las almendras, parte de los huevos, la mantequilla o cualquier otro ingrediente que se pueda haber utilizado: mister Andrzej Sapkowski. Quien haya leído sus dos primeros libros de Geralt de Rivia no debiera sentirse extrañado por esta reconstrucción de Alicia en el país de las maravillas, pero es tal la inteligencia de su humor, tan potente la naturaleza de sus diálogos y tan corrosiva la postura políticamente incorrecta de su sátira, que cualquier previsión salta por los aires y se elevan hasta el infinito. Nunca el gato de Cheshire fue tan elocuente, ni el sombrerero loco tan incisivo, ni la liebre tan brillante, ni los dilemas de Alicia tan "inocentemente" transformados, ni la obsesión de la reina de corazones tan sublimada,... ni la pedofilia de su creador tan finamente tratada. De quitarse el sombrero.

Independientemente de su motivación promocional, Semillas de tiempo es un libro ideal para todos aquellos que quieran leer buena literatura fantástica en extensión breve. Su único peligro es que se "pique" con un autor que no se pensaba seguir y la cuenta mensual en la librería engrose un poco más. Bendito problema. Eso sí, se echa de menos un cuento de M. John Harrison, que no lo hace nada mal en esa extensión y del que bien se podría haber rescatado alguno de sus muchos inéditos.

Nota final: el ensayo final sobre la obra de Ted Chiang lo dejo para cuando pueda leerme La historia de tu vida, que aparecerá próximamente. Mejor leerle sin vicios adquiridos, que prefiero quedarme con los propios.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
Este texto no puede reproducirse sin permiso.