La fábrica de las avispas 
Iain Banks
Mondadori
The wasp factory
1984

Marzo de 1999
Traducción de Cristóbal Pera Román
250 páginas
Ilustración Leonardo da Vinci

La fábrica de avispas es una novela de culto en el Reino Unido que, tras su aparición a mediados de los años 80, se convirtió en una auténtico fenómeno literario y catapultó a su autor al estrellato en el siempre convulso mundo de las letras británicas. Después de sumergirse en ella no cuesta comprender como esta inconmensurable primera novela alcanzó tales cotas de popularidad y desató tantas pasiones encontradas entre sus lectores.

Banks no es un escritor fácil de etiquetar, característica que a muchos críticos se les atraganta y que ha hecho que carguen de forma injustificada contra el grueso de sus obras. Este eclecticismo formal le permite abordar con soltura cualquier tipo de género y situación, incluida la ciencia ficción en la que ha renovado el space opera de una forma inapelable con su irrepetible y refrescante serie de La Cultura (Pensad en Flebas, El jugador y El uso de las armas). Pero el valor que le hace sobresalir realmente sobre la media es su facilidad para construir personajes con mundos interiores bastante alejados de la normalidad, con unos pasados muy particulares y, en ocasiones, macabros.

La palabra clave para definir La fábrica de las avispas es inmersión. Desde la primera palabra Banks te atrapa en el peculiar universo de Frank Cauldhame, un joven de 16 años que vive en una casa en la costa Escocesa. Frank no es un adolescente normal. Abandonado por su madre nada más nacer, no ha sido registrado en el censo como cualquier otra persona y vive en la semiclandestinidad que le ofrece su hogar paterno. Allí, privado de las relaciones normales que hubiese tenido cualquier otro niño, ha generado una particular visión del limitado mundo que le rodea. Ha creado una terminología para referirse a sus instrumentos de uso cotidiano y que está íntimamente relacionada con la utilización que les da: así su tirachinas es el Destructor Negro, su petate que lleva a todos lados la Mochila de Guerra,... Lo mismo hace con los lugares que frecuenta, con nombres tan particulares como los Territorios del Conejo, los Postes del Sacrificio o la propia Fábrica de las avispas.

Esta "anormalidad" queda acentuada desde que nos enteramos que en su corta vida ha cometido ya tres asesinatos, los de su hermano pequeño y dos sus primos. En primera persona Frank cuenta como fueron cada uno de los tres homicidios, que a pesar de ser perpetrados por él en ninguno acabó directamente con la vida de sus familiares. Sorprende ver la racionalidad con la que son tanto planificados como cometidos o justificados. En ningún momento hay dosis de salvajismo e irracionalidad. El haber crecido alejado del resto de sus congéneres le ha convertido en alguien diferente, con una moral propia y un complejo código conductual que sigue al pie de la letra.

El ambiente de la historia paulatinamente se va viciando a medida que Erik, el desaparecido y loco hermano de Frank, va entrando en escena. Erik sí que es un hombre perturbado y, en contraposición a Frank, alguien carente de cualquier cordura. Banks sabe como sacarle jugo al duelo Frank - Erik, especialmente en las distintas conversaciones telefónicas que tienen donde, ante el sosiego y la calma con la que se desenvuelve Frank contrapone la locura, el nerviosismo, la volatilidad y el desequilibrio de Erik.

Como se ha podido leer hasta ahora esta no es una obra usual, pero tampoco la típica novela de psicokillers, de moda en los últimos años. Su hecho diferencial está en el talento de su creador. Banks huye de los efectismos baratos y asienta el corazón de la novela en la a primera vista poco estimulante vida de Frank, que está llena de matices. Y aun siendo ésta su primera novela, ya tiene esa voz rotunda, envolvente y absorbente que ha demostrado en posteriores obras.

Una novela de emociones fuertes en la que poder indagar en la compleja conducta de un individuo fiel a sí mismo. Absolutamente imprescindible para los amantes de la buena literatura. Eso sí, no recomendable para estómagos sensibles.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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