Los hechos de la vida
Graham Joyce
La Factoría
The Facts of Life
2002
Diciembre de 2003
Traducción Manuel Mata
345 páginas
Fotografía de cubierta
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En los últimos tres meses mi vida como lector me ha llevado por derroteros extraños. Sólo hay que ver las últimas reseñas que han aparecido por aquí, o títulos que no he comentado por mera falta de tiempo o no ajustarse a lo que suelo escribir para este sitio (incluyendo un tratado sobre la didáctica de las Ciencias Naturales en secundaria; una antología de poesía española de los últimos años del franquismo; o un bestseller como El Ocho de Katherine Neville, que si no fuese por varios detalles sería mucho mejor de lo que es). Sin embargo necesitaba un libro que me hiciese salir de la apatía y me ayudase a recuperar las grandes sensaciones que sólo sientes cuando estás leyendo algo "importante". Así que me decidí por rescatar de la pila Los hechos de la vida, un título reciente que venía precedido de muy buenas críticas, ganador del Premio Mundial de Fantasía del año 2003 y escrito por un autor inédito con un cierto nombre en el Reino Unido.

Después de leer lo que escribo a continuación, los que sigan regularmente estas reflexiones que escribo seguro que tienen en mente un "Joer, ya se ha desatado de nuevo el Nacho entusiasta". Y puede que razón no falte. Pero como intentaré argumentar, el mercado español necesita de más narraciones como ésta, una lectura más que agradable, vestida de una engañosa sencillez, que se aleja de giros tramposos y nos devuelve de lleno la buena fantasía costumbrista que, además, se devora a ojos vista.

Los hechos de la vida es una saga familiar sumamente evocadora, que abarca una decena larga de años después de la Segunda Guerra Mundial, a través de la cuál Graham Joyce transmite las inquietudes de la sociedad británica de la época y da salida con mucha delicadeza a un componente mágico que tiñe una parte de los eventos. Todavía no tengo muy claro si ese recurso al fantástico es gratuito, pero no me cabe duda que para los que gustamos de que las historias tengan personalidad, le añade un valor difícilmente cuestionable. Después de todo, por momentos, no está lejos de ser la enésima historia de descubrimiento del complejo mundo de los adultos por parte de un niño, un esquema arquetípico al que proporciona una vibrante impronta al utilizar unos acontecimientos que seguramente marcaron la vida de su autor; Joyce es de Coventry y todo se desarrolla allí.

 Los Vine forman una familia un tanto atípica; un matriarcado en un mundo abiertamente machista, presidido por una madre de fuerte carácter, y con una corte de siete hijas, algunas de ellas casadas, que sólo tienen descendencia femenina. Entre ellas se encuentra Cassie, la que más tiempo va a pasar con el lector, un espíritu libre con serios problemas para asumir las convenciones sociales y única heredera de la capacidad materna para interactuar con el "más allá". Cassie tuvo en el pasado una hija "ilegítima", que dio en adopción debido a sus nítidas dificultades para sacarla adelante. Justo cuando está a punto de hacer lo mismo con otro recién nacido... toma la decisión de no cometer el mismo error, quedarse con él y criarlo ella misma. Ese segundo hijo es Frank, vehículo con el seguiremos las vicisitudes de este curioso grupo durante más de diez años.

El ritmo que imprime Joyce es alegre e invita a devorar las vicisitudes de los Vine de forma compulsiva, aunque es recomendable leer el libro poco a poco para disfrutarlo como merece. A ello contribuye sin duda la sabiduría con la que está utilizada la elipsis, lo que origina una extensión muy medida. El autor se centra exclusivamente en los sucesos capitales que marcan los problemas, soluciones, encuentros y desencuentros de las diferentes hijas con su madre o en los pasos importantes del desarrollo de Frank, y huye de revelar lo trivial, que queda sugerido, en el aire. Algo que redunda en el tremendo poder evocador de sus pasajes.

Lo menos conseguido se encuentra en los roles de cada "pareja" que va apareciendo entre los Vine. Tenemos a los "granjeros" sencillos pero de vida sana, los reprimidos urbanitas con problemas maritales, las solteronas ultradependientes de su iglesia y de una afición que llena sus existencias; los jóvenes de izquierdas descubriendo que los ideales son sólo eso;... un cúmulo de estereotipos donde se echa en falta alguna característica que marque la diferencia. Pero, como el propio título reconoce, estamos ante los hechos de la vida; una vida con un curso natural, donde encontramos gente normal, enfrentados a los problemas originados por una sociedad en continuo cambio y con unas inquietudes en conflicto que amenazan al grupo. Especial mención merece el sutil y variado sentido del humor del que hace gala Joyce, que ayuda a sobrellevar la dureza de algunos eventos y que es una buena herramienta de crítica social, como la comicidad de la descripción de la comuna donde habita una de las hijas, un panegírico hilarante del pensamiento de izquierdas.

No podía dejar de aludir al corazón de la novela, el capítulo más extenso y verdadero "revulsivo" de Los hechos de la vida, que retrata el bombardeo de Coventry por parte de los aviones de la Luftwaffe y que resulta vital para comprenderla, cobrando su sentido final en la conclusión. Una escena soberbia, que transmite sensaciones equiparables a los mejores pasajes en los que Vonnegut relató el horror de Dresde en Matadero cinco. Estremecedora.

La edición de La Factoría no tiene nada que ver con la que nos solía ofrecer hace un año pero sigue sin estar todo lo libre de errores que debiera. Supongo que algunas cosas llega un punto en el que no pueden seguir mejorando. Eso sí, se hace extraño encontrar un libro como éste en una colección de terror junto a epígonos de Lovecraft, vampiros postmodernos o los inquietantes relatos de Ramsey Campbell. Pinta lo mismo que Tropas del espacio en una de literatura rosa.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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