En el otro viento
Ursula K. Le Guin
Minotauro
The Other Wind
2001
Mayo de 2003
269 páginas
Traducción de Franca Borsani
Libros de Terramar 5
Ilustración OPALWORKS

Aún recuerdo la reseña de Tehanu aparecida en el nº 3 de Gigamesh, escrita por Alejo Cuervo, que comenzaba con una interrogación nada casual acerca de si Ursula K. Le Guin estaba tan "seca" que sólo se le ocurría "revisitar uno de sus viejos éxitos". Una docena de años después, la sorpresiva aparición de la quinta novela de esta serie, que de nuevo parece concluida, nos pone la misma pregunta en la cabeza. Y aunque con En el otro viento no estamos ante una narración tan redonda, la respuesta no deja de ser igual de rotunda. Aporta novedades suficientes como para interesar a los habituales de Terramar y contiene buena parte del saber hacer de su época dorada.

 

Lo primero que sorprende es la nítida continuidad existente con los anteriores libros, especialmente con La costa más lejana y Tehanu. Los hechos ocurridos en ambas se encuentran detrás del devenir de los acontecimientos y se vuelve una y otra vez a ellos en busca de las claves que expliquen todo. Algo que hasta ahora no se había visto en los libros de Terramar y que limita su lectura exclusivamente a los que los hayan leído.

 

Asimismo llama la atención que nos encontremos ante una novela coral, una estructura nada común en Le Guin, que retoma a una serie de viejos conocidos como Lebannen, Tenar, Tehanu o la dama dragón del relato “Dragónvolador”, e introduce otros tantos con papeles de similar importancia. Con ellos rompe el consabido esquema de sabio maestro–pupilo para introducir otro muy bien resuelto: grupo de personajes sin guía-al-borde-de-la-omnisciencia enfrentados a un problema que deberán resolver entre todos. Y con él se zambulle en una miríada de acertadas reflexiones sobre el miedo a la pérdida y a la muerte, los vínculos que nos unen con el orden natural, la fragilidad de dicho vínculo, el cara oscura del Poder, la búsqueda de la paz interior y lo que uno estaría dispuesto a sacrificar por ella, la represión de ciertas sociedades,...

 

Incluso, al aproximarse el desenlace, le da pie para crear una hermosa metáfora, no exenta de un cierto matiz reaccionario, sobre la sociedad tecnológica en contraste con la sociedad atecnológica. La primera, que ha aprendido a controlar el mundo a través de un ítem que da poder (en el libro La Palabra), vive presa de su creación y ha roto la conexión con la naturaleza en la que vivía inmersa. El medio para conseguir una vida mejor se ha convertido en fin, y el uso inconsciente que se hace de ella provoca desastres de consecuencias difícilmente previsibles. La segunda, con estructuras más sencillas (que no más justas), le da la espalda con otro modus vivendi, más consecuente con sus raíces.

 

No obstante se nota a la autora un tanto fuera de punto. No está acostumbrada a «mover» tantos personajes al unísono, cada uno con sus circunstancias y su propia historia, y se origina alguna que otra disfunción. Tampoco se entiende la inclusión con calzador de Ged en la trama, más allá de su condición de gancho emocional. Eso sí, sus páginas son probablemente las mejores del libro y las que más se disfrutan. Después de todo Le Guin conoce sus entresijos y a través suyo vuelve a dar salida a una serie de experiencias surgidas de su amplio bagaje vital. Bagaje que le ha llevado a escribir esta historia, pura metáfora, donde las nuevas generaciones están obligadas a enfrentarse al mundo y a sus demonios internos mientras su antiguo guía se recluye en una vida sencilla, alejada de las grandes gestas y a la espera de encontrarse con su descanso definitivo.

 

Una pena que la edición de Minotauro sea un poco descuidada y rompa levemente la tradición de los anteriores libros, ofreciendo un mapa con los textos en inglés o algún que otro nombre no traducido (Cob es el Araña de La costa más lejana). Un detalle que para nada empaña este feliz reencuentro.

 

Este libro fue proporcionado por la revista Gigamesh para hacer una reseña que salió publicada en el número 38.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
Este texto no puede reproducirse sin permiso.