El instante Aleph
Greg Egan
Gigamesh
Distress
1995

Diciembre de 2000

Traducción Adela Ibáñez
349 páginas
Ilustración Juan Miguel y Paco

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La búsqueda de una definición que englobe todo lo que se entiende por CF está abocada al fracaso debido a la ingente cantidad de temáticas que se han de abarcar. Personalmente la que más me gusta es esa hipérbole mayúscula que nos regaló Norman Spinrad: Ciencia ficción es aquello que los editores publican como ciencia ficción. Sin embargo hay otra, no tan fácil de recordar, dada por Brian Aldiss y que dice lo siguiente: La CF es la búsqueda de una definición del hombre y su ubicación dentro de un universo que resulte coherente con nuestro nivel de conocimientos, que es avanzado pero a la vez confuso. Obviamente tampoco engloba todo lo que se entiende normalmente por ciencia ficción, pero define perfectamente todas y cada una de las obras realmente memorables que ha dado el género a lo largo de la historia y que le hace meritorio a recibir el reconocimiento del gran público. El instante Aleph es una novela que sigue esta cita al pie de la letra, y si no fuese porque esta ya tiene sus años, uno pensaría que Aldiss acabada de leerla cuando la alumbró.

El instante Aleph se desarrolla a mediados este siglo. Andrew Worth es un periodista australiano especializado en hacer documentales científicos para SeeNet, una corporación multimedia. Agotado después de un extenuante trabajo llamado ADN basura, que versa básicamente sobre las modificaciones genéticas que se realizan para mejorar el organismo humano, se encarga de una empresa supuestamente más tranquila y llevadera: un programa acerca Violet Mosala, la físico más joven que ha ganado el premio Nobel y que afirma haber descubierto la Teoría sobre el Origen de Todo. Para rodar parte acude a un congreso que tendrá lugar en Anarkía, un país de nueva formación situado en una isla artificial en medio del Pacífico. Allí, al igual que Mosala, otros dos físicos van a poner en común sus respectivas teorías. Lo que nadie sospecha es la trascendencia de este hecho. El momento en el cual se formule dicha teoría puede llegar a producir una catástrofe de dimensiones universales.

La idea central que articula la novela es La teoría de Todo, la búsqueda de la piedra filosofal que recoja el funcionamiento del universo y a partir de la cual cualquier resultado científico pudiese ser obtenido de primera mano, sin necesidad de recurrir a la elaboración de nuevas teorías. Lejos de contentarse con esto, Egan indaga en las consecuencias que podría tener el descubrimiento de los cimientos del mismo Universo, tanto para el ser humano como para la propia Realidad, lanzando al aire una proposición bastante desasosegante: ¿Y si realmente el Universo no tuviese unas reglas y estructura fijas hasta el momento en el cual nosotros las determinemos?

Además, Egan ofrece una miríada de temas sobre los que reflexionar. Al fin y al cabo El instante Aleph no deja de ser una novela de futuro cercano y éstas resultan el lugar perfecto para hacer especulaciones sobre el camino que llevamos en diferentes aspectos. Ahí se encuentra la hoy en día omnipresente manipulación genética, las nuevas formas de terrorismo (tanto biológico como informático), la nanotecnología, el poder de las megacorporaciones,...

Comparada con sus dos novelas anteriores, Cuarentena y Ciudad Permutación,  es una clara muestra de la progresión que ha seguido como escritor. Aunque su estructura tanto argumental como narrativa es similar a la primera, ya no parece dubitativo y vacilante como se mostraba al final de ella. Ha madurado, ganando en  verosimilitud y convicción. Y estas son armas muy poderosas que pueden convertirle en el más importante escritor especulativo del siglo que ahora empieza.

La edición que Gigamesh pone en nuestras manos me parece impecable. En especial resulta reconfortante la traducción, hecha por Adela Ibáñez y que constituye un ejemplo a seguir. Más que traducido el libro se encuentra "vertido" a nuestro idioma. Hay que valorar el handicap que supone El instante Aleph debido a la abundante terminología científica, los neologismos que introduce Egan o la existencia de un tercer género para referirse a los ásex (personas que han decidido sacrificar su sexualidad). Afortunadamente nada chirría y todo se encuentra perfectamente integrado.

Finalmente he de confesar que la novela despierta en mí dos sentimientos. Por un lado el de haber leído algo único, un compendio de todo lo que puede dar de sí la buena CF que se escriba en la actualidad, aderezado con esa trascendencia que muy pocos escritores saben proporcionarle a sus obras. Y por otro lado el miedo que puede causar a alguien sumergirse en la vorágine científica que Egan proporciona a todas y cada una de sus obras. No hace falta ninguna licenciatura en ciencias para seguir la parte central de la trama, pero sí el tener una mente abierta y unos conocimientos mínimos que, dudo, tenga la mayoría de los lectores. Porque Egan no hace ningún tipo de concesión para con el lector y le exige toda la atención que pueda prestar (En especial, los momentos en los que habla de los Modelos de todas las topologías pueden espantar a más de uno si no se lee atentamente lo que dice)

Una novela para lectores sin miedos ni complejos, ávidos por descubrir nuevas sensaciones, y buena muestra de que la ciencia ficción es la única droga genuina capaz de expandir la conciencia. Altamente recomendable.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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