El centauro de piedra
Rafael Marín
Pulp ediciones
Noviembre de 2002
287 páginas

Relatos que contiene:

  • Habrá un día en que todos

  • Nunca digas buenas noches a un extraño

  • Mein Führer

  • La luna pálida

  • Como el paisaje roto

  • Los caminos de la arena

  • Ángel exterminador

  • Último adiós en Dulce Ofelia

  • Baraka

  • Autor, autor

  • Éste es mi cuerpo

  • Ragnarok en las playas de Ítaca

  • Vagabundo en la red

  • La loca del Birdie

  • Una canica en la palmera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pocas veces tenemos a nuestra disposición un libro como éste que muestre en tan limitado número de páginas la evolución que un autor ha llevado desde sus más tiernos comienzos hasta su actual "estado narrativo" y que suponga una completa selección de lo mejor que ha escrito en un determinado género. Porque El centauro de piedra nace con vocación de ser el libro de relatos definitivos de ciencia ficción de Rafa Marín y si no fuese por un puñado de ausencias entendibles doy fe que casi lo consigue.

En sí el material que forma la mitad del libro ya fue publicado en Unicornios sin cabeza, donde se recogían sus primeros cuentos. Sin embargo no ocurre lo mismo con el que forma la segunda parte, si cabe todavía más interesante, que justifica por sí mismo la compra de este libro incluso para todos aquellos que ya tengan el anterior. No sólo por leer estas narraciones sino por apreciar el cambio que ha sufrido su prosa, fácilmente visible al seguir un orden cronológico, y cómo en la actualidad se perfila como un agradable explorador de una suerte de realismo mágico mitológico cotidiano frente a las ambientaciones más ciencia ficcioneras de sus comienzos. Como guinda, cada pieza está presentada por el propio Marín, que nos pone en situación sobre qué le llevó a escribirla o cómo la afrontó, constantando someramente la dificultad (y penurias) que ocasiona el ser escritor de literatura fantástica en nuestro idioma.

No voy a detenerme en demasía en los cuentos que estaban en la mencionada antología publicada por Ultramar, es algo que ya trato en otra ficha del Rincón, aunque no viene mal recordar tres de ellos. Sigo rendido ante Nunca digas buenas noches a un extraño que a pesar de sufrir levemente los embates del tiempo y de mis varias relecturas sigue resultando un entretenido homenaje a la novela negra de Chandler, que posteriormente el cyberpunk pondría de moda. Mejor se ha conservado Mein Führer, que en apenas 12 páginas realiza un trepidante viaje por una serie de mundos paralelos siguiendo las sucesivas misiones en la que unos mismos personajes tienen que matar o defender a ciertos personajes históricos, creando una extraña cadena de causas-efectos de divertidas consecuencias. Sin embargo me sigo reconociendo incapaz de terminar La luna pálida, de la que Marín dice que es su favorito de esta época pero que me sigue pareciendo un empalagoso juego estético que no termina de arrancar al perderse en las formas.

De los que no estaban en Unicornios es ineludible hablar de Éste es mi cuerpo, donde a partir del descubrimiento en un planeta del supuesto cuerpo de Cristo construye un thriller en el que retorna a algunas de sus ideas más recursivas como la manipulación de los poderosos y la ineludible derrota que sufren los que luchan contra las injusticias que cometen, que ya estaban presentes en parte de su producción pasada pero que aquí cobran nuevos bríos, sobrándole únicamente una línea argumental para rozar la perfección narrativa. No obstante hay una característica que comparte con el resto de las historias y que disminuye levemente su empaque. No hay prácticamente sorpresas y todo ocurre como debe ser, dentro de unos cauces previsibles de los que el hilo argumental nunca se sale.

Muy relacionado con Mein Führer, aunque más sencillo y rutinario, resulta Baraka, sobre un supuesto encuentro un diecisiete de Julio de 1936 entre Franco con una contrapartida suya procedente de una realidad paralela en la que perdió el "relevante" papel que le deparó el alzamiento, que le anima a ponerse el mando y le previene de un atentado contra su vida. Por otro lado, reincidiendo en la inspiración negra de Nunca digas buenas noches... tenemos Último adiós en Dulce Ofelia, que en una extensión muy breve muestra la pérdida moral de una estructura social cuando está próximo su fin.

Más hermosos y con un saludable tono melancólico son Como el paisaje roto y Los caminos de la arena. El primero despliega la tristeza de las mujeres de una tribu que son condenadas al ostracismo por sus compañeros varones debido a su incapacidad para tener hijos sanos, y el segundo está construido alrededor de la esperanza de un hombre que se va reencarnando a lo largo de mil años de historia mientras busca al ser amado que se encuentra en la misma situación.

Aunque no todo lo que se encuentra en El centauro de piedra es igual de defendible. Como bien reconoce el propio Marín, Autor, autor es de un reaccionario antitecnológico que tira para atrás además de resultar harto increíble que un tío por sí solo pueda acabar con el ciberespacio desde su casa, mientras que Vagabundo en la red, un retrato de alguien que vende su vida por internet, no acaba de funcionar quizás porque la realidad lo ha superado por completo. Sin embargo La loca del Birdie, que no es gran cosa, sí que gana la complicidad del lector que ha estado familiarizado con aquel tamagochi peluchón que eran los furbies (aquí llamados birdies)

Pero aún falta por hablar de los dos cuentos que justifican por sí solos la edición de este libro, que nacen a partir de dos de sus pasiones y que muestran el nuevo camino por el que parece decantarse en los últimos tiempos. Ragnarok en las playas de Ítaca surge de su amor por la mitología Griega y los cantos homéricos. En él, y a partir de una figura como la de Ulises a la que da la vuelta como un calcetín, recrea a pequeña escala (por extensión, no por alcance) el gotterdammerung del que siempre han carecido los dioses griegos, donde un Odiseo hastiado después de todos los años que sufrió por el Mediterráneo presa de los caprichos de sus adoradas deidades se transforma en un huracán vengativo que va terminando con ellos de una manera implacable y harto maquiavélica.

Por último, Una canica en la palmera, que tiene lugar en el Cádiz actual donde vive Marín, tiene su semilla en los niños de Paracuellos, tebeo imprescindible de Carlos Giménez sobre los hogares del auxilio social y a los que rinde un sentido homenaje. A través de un estilo muy fresco y espontáneo (como confiesa, fue escrito en una tarde de verano sin realizar prácticamente corrección alguna) traza un nostálgico retrato sobre la infancia y el cambio bañados en una bella ambientación costumbrista con unas leves dosis de delicada fantasía sabiamente perfilada.

¿Qué le falta entonces para ser su recopilación definitiva? Las dos novelas cortas que aparecen en Lágrimas de luz, que por ser de muy reciente publicación no están presentes, y la versión corta de Mundo de dioses, con la que ganó el premio UPC de 1991 y que tan acertadamente llevaba los tebeos de la Patrulla - X al mundo de las palabras sin imágenes. Y también una edición decente, porque la gente de Pulp Ediciones ha perpetrado un pequeño desaguisado con textos mal maquetados y errores tipográficos, adoleciendo de algo fundamental en cualquier antología: un listado de los relatos que contiene y de la página donde comienza cada uno.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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